Queridos
soñadores tengo el placer de presentaros a un joven escritor: Juan De
Haro.
Y tengo una novedad tanto en el grupo como aquí en el blog, después de que leer todo el articulo le podrán preguntar las dudas que tengan , que le parece la iniciativa ? espero que bien jeje
Y tengo una novedad tanto en el grupo como aquí en el blog, después de que leer todo el articulo le podrán preguntar las dudas que tengan , que le parece la iniciativa ? espero que bien jeje
Que mejor
manera de comenzar que el propio escritor no explique un poco sobre si mismo,
le cedo la palabra y puede explicarnos todo lo que quiera:
Ante todo me
presentaré. Soy Juan De Haro, un chico adulto de 36 años con la carrera de
informática. Vivo en elche una ciudad de Alicante de un curioso país llamado
España.
Pese a haber andado el camino de las
ciencias, las letras siempre estuvieron ahí..., esperando. Pero ahora dejaremos
las ciencias para los intelectuales y nos volveremos algo más sensibles con una
llamada al espíritu de las letras.
Todo empezó gracias a mi profesor de
lenguaje cuando yo tenía 9 años. A éste se le ocurrió la interesante idea de
que todos los alumnos escribiéramos un relato corto a la semana. Luego, algunos
alumnos seleccionados al azar tendrían que leerlo delante del resto de
compañeros. Así que yo me puse con ello. Escribía absurdas historias al estilo
Scooby Doo: relato de misterio infantil donde al final el extraño suceso
siempre tenía explicación. A medida que pasaban las semanas mis compañeros
empezaron a sentir simpatía por mis relatos, de modo que fui de los que siempre
salían a leer el relato. Así que se me ocurrió la idea de mostrar una novela en
capítulos. Nació mi novelita titulada Misterio. Pero nunca se terminó porque el
curso terminó y nos cambiaron de profesor.
Seguí escribiendo hasta los 16 o 17
años: varios relatos de poca importancia y un intento de novela adulta. Algo
parecido al El misterio de Salem's Lot de Stephen King (mi novela favorita). La
llamé Vecinos, pero quedó fatal. Luego lo dejé todo para centrarme en mis
estudios de informática y no volví a escribir nada, aunque sí que leía mucho a
Stephen King y Edgar Allan Poe. Incluso algo de Cómic japonés (Manga) y libros
juveniles como Trixie Belden.
Terminé los estudios, viví la vida
entre fiestas con amigos y amigas, incluso también maduré (un poco al menos). Y
un día cualquiera, 18 años después, en la feria del libro de alicante, compré
la novela de El exorcista. Después de leerla recordé los buenos momentos que
había pasado creando mis historias de suspense y terror cuando era adolescente.
Releí mi novela de Vecinos y al comprobar que era insalvable, comencé a
escribir mucho para tener una buena narrativa. Sobre todo solucionar las faltas
de ortografía, en resumen, poner a punto la máquina.
Así fue como salieron los 6 relatos
cortos que he autopublicado en Amazon con el título de LOS RELATOS DEL MIEDO.
Estos relatos me sirvieron únicamente para encontrar algo de estilo, aunque por
lo visto han gustado bastante. El enlace de venta está indicado más abajo.
Sin embargo, a mi personalmente no
me gusta escribir relato corto, prefiero novela. Por lo tanto me puse manos a
la obra con lo que sería mi primera novela-ejercicio. Y creció EL RETRATO DE
MARY ROSE, una novela que consta de 300 páginas. Con ella casi he terminado de
pulirme y formarme como “escritor”... lejos de ser perfecto me he aprendido
muchas cosas.
En la novela aparecen tres
personajes principales y varios secundarios. Y está narrada desde la visión de
una adolescente de 16 años llamada Ashley Bates. Ella y su madre, Sarah Bates,
viajan hasta la casa del lago, donde se encuentra su padre, pasando una
temporada lejos de la tensión familiar. Peter Bates, cansado de soportar los
problemas de alcohol de su esposa, había decidido alejarse una temporada y
volver a la casita de verano junto al lago. Pero cuando Ashley y su madre
llegan, advierten que Peter ha cambiado. Lo que antes era un padre modelo para
Ashley es ahora frío y distante.
A partir de ese punto, la historia
desarrolla la personalidad alcohólica de la madre, mientras Ashley se obsesiona
con un extraño retrato que pende de la pared del pasillo. En él aparece una
bella joven apoyada en la repisa de una ventana. Ashley Bates, impulsada por su
incansable curiosidad, comienza una investigación que la lleva del local de
antigüedades del señor Wilson a un viejo cementerio. Pronto descubre que el
pasado del retrato está relacionado con el insólito comportamiento del padre.
Un pasado diabólico pero Ashley sólo tiene 16 años. ¿Qué puede hacer una
adolescente ante el desafío?
Pese a que he dicho que el peso de
la historia lo lleva Ashley, la novela va cambiando a la perspectiva de la
madre, para poder desarrollar su compleja personalidad. Por otro lado, también
aparece el profesor de historia de la escuela elemental de Wild Valley, la
pequeña localidad situada a pocas millas de la casa del lago.
EL RETRATO DE MARY ROSE es una
novela que ha encandilado la mente de las mujeres a causa de sus tintes
góticos-románticos. No es perfecta, pero estoy contento con todo lo que he
aprendido con ella y todas la alegrías que me ha dado. Ahora estoy corrigiendo
mi 2º novela bastante superior en todo.
Espero no haberme
extendido demasiado.
Sueño Literario: no se ha extendido , todo lo contrario es un placer poder conocerle un poco mas .
Sueño Literario: no se ha extendido , todo lo contrario es un placer poder conocerle un poco mas .
Soñadores que les
parece conocer un poco mas sus obras, si ? venga vamos a ello y además os añado el primer capitulo del libro: El Retrato De Mary Rose, personalmente me gusto mucho el libro y siendo sincera me sorprendio bastante para ser su primera novela , la forma de ser narrada , los personajes ... os la recomiendo.
Los
Relatos del Miedo: Colección de seis relatos de terror auto-publicado en Amazon
en Agosto del 2013.
Colección
de seis relatos escalofriantes.
Sinopsis: - En en armario:
¿Por qué los padres de Danny no creen en las sospechas de su hijo?
Averígualo en En el Armario!!!
- El callejón:
¿Te enfrentarías a tus propios temores en un callejón oscuro? Entre en ese callejón leyendo este electrizante relato corto.
- El difunto:
¿Robarías un objeto valioso en un velatorio?
- El camino de la vida:
¿Qué le espera, a Sarah, al final de aquella escalera?
Sube en ella leyendo este relato.
- Los muñecos de Vinnie:
Después de perder a su marido, Vinnie se amparó en su increíble colección de muñecos. Unos muñecos que, a sus ojos, estaban demasiado vivos. Y le gustaba.
- La furgoneta:
Cuatro jóvenes se encuentran en medio del claro de un bosque y sin gasolina, mientras algo les acecha. ¿Qué harías tú si estuvieras allí con ellos?
¿Por qué los padres de Danny no creen en las sospechas de su hijo?
Averígualo en En el Armario!!!
- El callejón:
¿Te enfrentarías a tus propios temores en un callejón oscuro? Entre en ese callejón leyendo este electrizante relato corto.
- El difunto:
¿Robarías un objeto valioso en un velatorio?
- El camino de la vida:
¿Qué le espera, a Sarah, al final de aquella escalera?
Sube en ella leyendo este relato.
- Los muñecos de Vinnie:
Después de perder a su marido, Vinnie se amparó en su increíble colección de muñecos. Unos muñecos que, a sus ojos, estaban demasiado vivos. Y le gustaba.
- La furgoneta:
Cuatro jóvenes se encuentran en medio del claro de un bosque y sin gasolina, mientras algo les acecha. ¿Qué harías tú si estuvieras allí con ellos?
El
Retrato de Mary Rose: Novela con la que ha cosechado sus primeros exitos en
Amazon en Septiembre del 2013.
Sinopsis: Los padres de Ashley se han separado una temporada a causa de los problemas que su madre tiene con el alcohol. Ahora, seis meses después, viaja con su madre desde Boston, a la casa del lago donde vive su padre, en una pequeña ciudad llamada Wild Valley. Al llegar descubren que su padre ha cambiado. En realidad demasiado. Lo que antes fue un padre modelo para Ashley, es ahora todo lo contrario: frío y distante. ¿Por qué? Tras este escenario como fondo, Ashley ve un cuadro que hay en la casa del lago, en el que aparece una hermosa joven. Tras sufrir unas extrañas sacudidas, se obsesiona con él y empieza a investigar. Pronto comprueba que los extraños cambios de su padre están ligados al pasado de ese inquietante retrato... un pasado diabólico. Pero Ashley sólo tiene dieciséis años, ¿qué puede hacer una joven ante el desafío? Necesita conocer a alguien...
Sinopsis: Esta es la historia de cómo se vencen nuestros miedos, de cómo el destino nos somete a ciertas pruebas, llegando incluso a flirtear con la muerte. Esta es la historia de Pamela Hopkins, que con ocho años fue mordida por un Pastor alemán. En poco tiempo comienza a tener horribles pesadillas en las que rememora la traumática experiencia, llegando a obsesionarla y a anular su adolescencia, que acontece entre psicólogos y terapias con escaso resultado. Pero es en Woodhills, una localidad asolada por una manada de perros huidos de laboratorios, donde el destino la transporta para su terapia final. Allí se enfrenta a su pesadilla, a todo lo que ella es y fue, al límite de su resistencia humana.
Y ahora os adjunto los enlaces de sus redes sociales:
Y ahora os adjunto los enlaces de sus redes sociales:
Y como lo prometido es deuda , hay va el primer capitulo del libro el Retrato De Mary Rose, espero que os atrape tanto como hizo con migo ... Ahh y no olviden dejar sus preguntas, con mucho gusto serán respondidas por nuestro escritor.
EL RETRATO DE MARY ROSE
De la oscuridad del sótano, frente al hombre alto y delgado, nació algo más negro si cabe. Una densidad uniforme, que se abalanzó sobre él en un abrazo de muerte, envolviéndolo para hacerlo suyo. Ni un leve gemido brotó de su boca cuando trató de gritar.
Una vez más, la curiosidad humana había hecho abrir el libro antiguo.
La mansión quedó a espaldas del hombre desgarbado.
Éste, vestía de negro y sostenía bajo su brazo un antiguo libro forrado en un cuero desgastado. Mientras caminaba con determinación por la carretera que atravesaba junto a la casa, sobre él se extendía la noche, impasible, eterna. Sonriendo con su rostro encogido y de expresión de rata, aspiró el melancólico aroma de aquellos bosques olvidados que franqueaban la carretera. El viento ululaba estremeciendo las ramas de los árboles despojados de vida.
Entre la maleza, unos ojos diminutos de ardilla, seguían con curiosidad los pasos del hombre delgado. Al verlo pasar a su lado, el pequeño animal se escabulló ocultándose en el interior del bosque, tratando de huir de lo que fuera que hubiese presentido.
El hombre rió. Y rió con mayor fuerza al contemplar que en el horizonte se levantaban las primeras casas de la ciudad, en un color grisáceo. Se aproximaba a su destino. Las risas se entremezclaron con el aullido del viento que revoloteaba alrededor de aquel hombre. Miró al cielo.
Una fuerte lluvia estaba a punto de precipitarse sobre la región... y algo más.
Estaban a punto de llegar a la casa.
Un viejo Citroën se dirigía al Este por la interestatal 51. En el interior, madre e hija iban en completo silencio. Habían decidido, después de tantas discusiones, cambiar de aires y estar una temporada en la pequeña casa del lago, donde Peter Bates, su padre, vivía desde que se separaron seis meses atrás. Fue durante un tiempo, para reflexionar sobre su matrimonio. Las cosas no fueron bien entonces; Ashley tenía discusiones a diario con su madre, tal y como sucedió desde que partieron de Boston esa mañana. Nunca se llevaron bien madre e hija, pero cuando Peter se marchó la situación se hizo insoportable.
Habían abandonado la interestatal, ahora el Citroën avanzaba por carreteras secundarias con altos árboles sin hojas que se extendían a los lados. Llevaban varias horas rodeadas de ese paraje somnoliento bajo un cielo encapotado de nubes grises. Junto al coche, discurría silencioso el lago Loon, que parecía seguirlo interminablemente. Aun así, Ashley recordó aliviada que el sendero que conducía a la casa del lago no estaría ya muy lejos.
Habían pasado largo rato en silencio. A Ashley Bates no le apetecía abrir ahora la boca, y esperaba que su madre tampoco lo hiciera. Era uno de esos momentos en los que a ella le gustaba contemplar, en silencio, el paisaje desde la ventanilla de atrás, deseosa de poder ver las primeras casas de la pequeña ciudad de Wild Valley. En las afueras era donde hallarían el camino que llevaba a la casa del lago.
La decisión de ir con su padre había sido tomada por las dos, sin embargo, fue Ashley quien sugirió la idea. Deseaba volver a ver a su padre. Por supuesto, quería a su madre, aunque eran uno de esos amores sufridos, como solía ocurrir con todo en la vida de Ashley. La sacaban de quicio con facilidad. Era una chica solitaria, y eso repercutía en su madre, porque no quería que ella la molestase. Alguien podría apresurarse en decir que era egoísta, pero ella no lo creía así. Simplemente le gustaba zambullirse en sus libros, pasar horas leyendo y olvidarse de todo.
En el horizonte, bajo el manto grisáceo del cielo, se dibujaron las primeras casas de Wild Valley.
─Ya estamos llegando ─dijo la madre.
─Lo sé.
No era la primera vez que acudían a la casa del lago. Ashley tenía vagos recuerdos de unos diez años atrás. De pequeña, pasaban la mayor parte de los veranos allí. Rememoraba, muy a su pesar, sus peculiares torpezas con la bici. Y también, conocía a algunos niños de la ciudad, de cuando iban en verano, pero de aquello había pasado mucho tiempo. Ahora con dieciséis años volvían por un motivo diferente.
Numerosas casas iban creciendo en la línea del horizonte. Ashley esbozó una leve sonrisa. Hacía seis meses que no veía a su padre y el volver a verlo le producía cierto nerviosismo. Nunca logró olvidar el modo precipitado en el que se marchó. A ella no le gustó dejar las cosas así; semanas después lo llamó por teléfono y él se mostró cariñoso con Ashley. En los últimos momentos la situación era alarmante. Deseaba que ahora estuvieran las aguas más tranquilas.
Cruzaron las primeras casas de la ciudad. Las calles se exhibían sorprendentemente vacías para ser un viernes por la mañana. Algunos transeúntes atravesaron un cruce sin prisa alguna. Ashley no recordaba cómo debía de ser el estado de ánimo de aquella pequeña ciudad, pero algo le decía que aquello era excesivamente tranquilo. En cambio, en estos momentos, con total seguridad, la ciudad de Boston sería discurrida por cientos de personas que, a modo de hormigas, todas se dirigirían apresuradas a desempeñar, de forma mecánica, sus propias tareas.
Sorprendida, Ashley, volvió apoyar la espalda en el asiento trasero.
El Citroën abandonó las últimas viviendas de Wild Valley. La casa del lago se encontraba a las afueras de la ciudad, en el interior de un bosque de árboles altos, casi desnudos. Un camino de tierra conducía a la casa, atravesando parte del bosque, casi una milla al interior, hasta encontrar la parte Este del lago.
Divisaron, a pocos metros, el viejo camino que conducía a la casa. El vehículo giró a la derecha para adentrarse en él.
─El camino sigue igual de destartalado ─dijo Ashley.
El coche avanzaba sobre un camino de tierra y lleno de imperfecciones: piedrecitas diseminadas por toda la superficie, hoyos de cierta profundidad, que aún seguían allí después de tantos años.
Sarah trataba de hacer lo posible por esquivarlos, mas sin lograrlo; nunca fue buena conductora. El sendero iba casi en línea recta hasta un claro, donde una casa se alzaba delante del calmado y tranquilo lago Loon.
Estaban a finales de verano, pero aun así, Ashley comprobó que el otoño se precipitaba sobre el territorio a una velocidad inusual. El paisaje que rodeaba la casa y todo alrededor era grisáceo, melancólico, propio, en realidad, de lugares donde reinase un otoño más sombrío. El cielo encapotado cerraba cualquier intento a los rayos del sol por penetrar en el escenario. En aquellas regiones del norte, lindando con la frontera de Canadá, el verano no era más que algo anhelado e insatisfecho.
Cuando el viejo Citroën se detuvo, Ashley se apeó aliviada. Demasiadas horas de viaje le habían entumecido los músculos y quería estirar las piernas. Sobre todo, quería darle una sorpresa a su padre, que no las esperaba, así aprovecharía para sorprenderlo.
Caminó unos pasos hacia la casa.
A pesar de llevar diez años sin volver a aquel lugar, seguía teniendo un tenue recuerdo de cómo era, y comprobó enseguida que la casa no había cambiado demasiado. Seguía donde había estado siempre: en la orilla del lago. La casa era grande, de dos pisos, y a pesar de estar construida a base de gruesos tablones de madera, no era desagradable a la vista. Mostraba un acabado robusto y muy estable. Tenía un pequeño porche exterior. Era como una casita rústica en medio de aquel bosque, poblado de árboles tan altos que uno casi perdía la vista mirándolos.
A la izquierda del pintoresco paisaje, se alzaba el granero pintado de rojo, y que años atrás había construido su padre. La puerta de éste se encontraba abierta, quizá había alguien dentro. Ashley pensó que sería Peter, su padre, pero se equivocó.
Una figura desconocida emergió del granero y se detuvo para examinarlas. Era un viejo que llevaba puesto un mono de trabajo gris y estaba limpiándose las manos con un trapo. Su rostro estaba cubierto por una barba blanca, algo descuidada.
Ashley no reconoció la figura. El viejo se guardó el trapo en los grandes bolsillos del mono sin quitarles la vista de encima.
Detrás, su madre cerró la portezuela del coche y miró a su alrededor, inquieta, mientras cruzaba los brazos sobre su pecho.
─Buenas tardes, me llamo Sarah. Estoy buscando a Peter Bates, es mi marido.
─Hola ─saludó el viejo con una voz seca─, soy Frank.
La puerta de la casa se abrió y salió un hombre alto y de hombros anchos de unos treinta y pocos. Llevaba puesta una camisa de cuadros rojos y negros junto con unos pantalones de pana. La expresión era de indiferencia, pero Ashley no lo advirtió en ese momento.
─¡Papá! ─gritó Ashley, y comenzó a correr en dirección al porche de la casa.
─Hola ─se limitó a decir Peter.
El cabello negro de Ashley se contoneaba en el viento mientras subía apresuradamente las escaleras del porche, para dar un fuerte abrazo a su padre.
─¡Hemos venido para estar unas semanas contigo! ─informó Ashley─ ¿Qué te parece?
─Me parece muy bien... si es lo que queréis ─Peter lanzó una mirada a Sarah de circunstancia mientras añadía─: Creo que es una gran idea, Ashley ─dijo, a la vez que sonreía de una manera claramente forzada, aunque Ashley, tratando de saborear esos momentos, tampoco en esta ocasión lo vio.
En cambio, sí notó que el abrazo de su padre no era todo lo afectuoso que hubiera esperado. No obstante, ella se sentía contenta en este momento. Su padre les había recibido bien y podrían estar unas semanas juntos. No veía a su padre desde hacía seis meses y se encontraba con las emociones exaltadas. Era reconfortante volver a estar entre sus brazos de nuevo.
Sarah Bates, comenzó a caminar hacia la casa mirando al cielo, advirtiendo que éste estaba gris. Tuvo la impresión de que habría tormenta.
─¿Cómo estás, Sarah? ─preguntó Peter, serio─ Parece que tienes buen aspecto.
Sarah era una mujer que a sus treinta y siete años aún conservaba algo de su atractivo. Su cabello rubio seguía otorgándole un generoso brillo a su blanco rostro. Sin embargo, habían comenzado a endurecerse las facciones alrededor de los ojos y la boca. Unas ojeras hinchadas no lograban disimular el insomnio, a pesar del maquillaje.
─Bien, gracias ─dijo ella─, tú también tienes buen aspecto.
El viejo se acercó un poco hacia ellos.
─Frank ─dijo Peter─, te presentó a mi mujer, Sarah.
─Sí, nos hemos visto hace un momento. Mucho gusto, señora.
─Frank me ayuda un poco con la casa ─explicó, entonces forzó una sonrisa mirando a su hija─. Pero seguro que aún no conoces a mi chica grande. Aquí tienes a Ashley Bates ─su voz sonaba somnolienta, monótona.
─Hola, Ashley, ¿qué tal estás? ─saludó el viejo.
─Bien.
Ashley se abrazó a su padre apoyando la cabeza en el pecho.
─Estoy casi segura de que todavía no tienes lista mi habitación ─dijo, mirándolo a los ojos con expresión simpática. Y vio que los ojos de su padre parecían lejanos. ¿No se alegra de verme?, pensó Ashley.
─¿Cómo iba a saber que vendríais? ─preguntó Peter, manoseándole su cabello con la mano.
Cuando Ashley notó la mano de su padre, percibió que algo había cambiado. Siempre había experimentado la sensación de protección y de seguridad que desempeñaba un padre. Ahora era forzado, tratando de desarrollar un papel como un mal actor. A pesar de ello trató de ser ella misma, como siempre hacía con su padre.
─Oh, qué torpe y despistado eres papá ─le dijo Ashley sonriendo. Se apartó de él un poco a la vez que le lanzaba un golpecito en el hombro con el puño cerrado.
Ashley, de pequeña asimiló el hobby de su padre, el boxeo. Y en cientos de ocasiones se había repetido la misma escena: ella propinándole un Jab en el hombro de Peter, a lo que él respondía con una rápida sucesión de golpes inofensivos.
─Ahora no, Ashley ─gruñó Peter, sin inmutarse ante el golpe de su hija─. Ve a ayudar a tu madre con el equipaje.
Ashley se quedó confundida. De niña, ella y su padre siempre se habían divertido con esas parodias de boxeadores. ¿Qué le ocurría? Ashley fijó la mirada en su madre y notó que ella también advirtió el tenso recibimiento.
─No te molestes ─dijo Sarah, encaminándose al coche─, puedo yo sola.
Peter se dio la vuelta y cruzó el umbral.
─Vamos a entrar en la casa. Parece que viene tormenta.
La madre regresó con una maleta grande en la mano y mientras subía los escalones del porche vio que Ashley ya subía por las escaleras hasta la planta superior.
Tras ellos quedaba un paisaje gris y un cielo cubierto por un manto oscuro. Se acercaba la tormenta...
EL RETRATO DE MARY ROSE
Prólogo
1
De la oscuridad del sótano, frente al hombre alto y delgado, nació algo más negro si cabe. Una densidad uniforme, que se abalanzó sobre él en un abrazo de muerte, envolviéndolo para hacerlo suyo. Ni un leve gemido brotó de su boca cuando trató de gritar.
Una vez más, la curiosidad humana había hecho abrir el libro antiguo.
2
La mansión quedó a espaldas del hombre desgarbado.
Éste, vestía de negro y sostenía bajo su brazo un antiguo libro forrado en un cuero desgastado. Mientras caminaba con determinación por la carretera que atravesaba junto a la casa, sobre él se extendía la noche, impasible, eterna. Sonriendo con su rostro encogido y de expresión de rata, aspiró el melancólico aroma de aquellos bosques olvidados que franqueaban la carretera. El viento ululaba estremeciendo las ramas de los árboles despojados de vida.
Entre la maleza, unos ojos diminutos de ardilla, seguían con curiosidad los pasos del hombre delgado. Al verlo pasar a su lado, el pequeño animal se escabulló ocultándose en el interior del bosque, tratando de huir de lo que fuera que hubiese presentido.
El hombre rió. Y rió con mayor fuerza al contemplar que en el horizonte se levantaban las primeras casas de la ciudad, en un color grisáceo. Se aproximaba a su destino. Las risas se entremezclaron con el aullido del viento que revoloteaba alrededor de aquel hombre. Miró al cielo.
Una fuerte lluvia estaba a punto de precipitarse sobre la región... y algo más.
Libro 1. El retrato
1
Estaban a punto de llegar a la casa.
Un viejo Citroën se dirigía al Este por la interestatal 51. En el interior, madre e hija iban en completo silencio. Habían decidido, después de tantas discusiones, cambiar de aires y estar una temporada en la pequeña casa del lago, donde Peter Bates, su padre, vivía desde que se separaron seis meses atrás. Fue durante un tiempo, para reflexionar sobre su matrimonio. Las cosas no fueron bien entonces; Ashley tenía discusiones a diario con su madre, tal y como sucedió desde que partieron de Boston esa mañana. Nunca se llevaron bien madre e hija, pero cuando Peter se marchó la situación se hizo insoportable.
Habían abandonado la interestatal, ahora el Citroën avanzaba por carreteras secundarias con altos árboles sin hojas que se extendían a los lados. Llevaban varias horas rodeadas de ese paraje somnoliento bajo un cielo encapotado de nubes grises. Junto al coche, discurría silencioso el lago Loon, que parecía seguirlo interminablemente. Aun así, Ashley recordó aliviada que el sendero que conducía a la casa del lago no estaría ya muy lejos.
Habían pasado largo rato en silencio. A Ashley Bates no le apetecía abrir ahora la boca, y esperaba que su madre tampoco lo hiciera. Era uno de esos momentos en los que a ella le gustaba contemplar, en silencio, el paisaje desde la ventanilla de atrás, deseosa de poder ver las primeras casas de la pequeña ciudad de Wild Valley. En las afueras era donde hallarían el camino que llevaba a la casa del lago.
La decisión de ir con su padre había sido tomada por las dos, sin embargo, fue Ashley quien sugirió la idea. Deseaba volver a ver a su padre. Por supuesto, quería a su madre, aunque eran uno de esos amores sufridos, como solía ocurrir con todo en la vida de Ashley. La sacaban de quicio con facilidad. Era una chica solitaria, y eso repercutía en su madre, porque no quería que ella la molestase. Alguien podría apresurarse en decir que era egoísta, pero ella no lo creía así. Simplemente le gustaba zambullirse en sus libros, pasar horas leyendo y olvidarse de todo.
En el horizonte, bajo el manto grisáceo del cielo, se dibujaron las primeras casas de Wild Valley.
─Ya estamos llegando ─dijo la madre.
─Lo sé.
No era la primera vez que acudían a la casa del lago. Ashley tenía vagos recuerdos de unos diez años atrás. De pequeña, pasaban la mayor parte de los veranos allí. Rememoraba, muy a su pesar, sus peculiares torpezas con la bici. Y también, conocía a algunos niños de la ciudad, de cuando iban en verano, pero de aquello había pasado mucho tiempo. Ahora con dieciséis años volvían por un motivo diferente.
Numerosas casas iban creciendo en la línea del horizonte. Ashley esbozó una leve sonrisa. Hacía seis meses que no veía a su padre y el volver a verlo le producía cierto nerviosismo. Nunca logró olvidar el modo precipitado en el que se marchó. A ella no le gustó dejar las cosas así; semanas después lo llamó por teléfono y él se mostró cariñoso con Ashley. En los últimos momentos la situación era alarmante. Deseaba que ahora estuvieran las aguas más tranquilas.
Cruzaron las primeras casas de la ciudad. Las calles se exhibían sorprendentemente vacías para ser un viernes por la mañana. Algunos transeúntes atravesaron un cruce sin prisa alguna. Ashley no recordaba cómo debía de ser el estado de ánimo de aquella pequeña ciudad, pero algo le decía que aquello era excesivamente tranquilo. En cambio, en estos momentos, con total seguridad, la ciudad de Boston sería discurrida por cientos de personas que, a modo de hormigas, todas se dirigirían apresuradas a desempeñar, de forma mecánica, sus propias tareas.
Sorprendida, Ashley, volvió apoyar la espalda en el asiento trasero.
El Citroën abandonó las últimas viviendas de Wild Valley. La casa del lago se encontraba a las afueras de la ciudad, en el interior de un bosque de árboles altos, casi desnudos. Un camino de tierra conducía a la casa, atravesando parte del bosque, casi una milla al interior, hasta encontrar la parte Este del lago.
Divisaron, a pocos metros, el viejo camino que conducía a la casa. El vehículo giró a la derecha para adentrarse en él.
─El camino sigue igual de destartalado ─dijo Ashley.
El coche avanzaba sobre un camino de tierra y lleno de imperfecciones: piedrecitas diseminadas por toda la superficie, hoyos de cierta profundidad, que aún seguían allí después de tantos años.
Sarah trataba de hacer lo posible por esquivarlos, mas sin lograrlo; nunca fue buena conductora. El sendero iba casi en línea recta hasta un claro, donde una casa se alzaba delante del calmado y tranquilo lago Loon.
Estaban a finales de verano, pero aun así, Ashley comprobó que el otoño se precipitaba sobre el territorio a una velocidad inusual. El paisaje que rodeaba la casa y todo alrededor era grisáceo, melancólico, propio, en realidad, de lugares donde reinase un otoño más sombrío. El cielo encapotado cerraba cualquier intento a los rayos del sol por penetrar en el escenario. En aquellas regiones del norte, lindando con la frontera de Canadá, el verano no era más que algo anhelado e insatisfecho.
Cuando el viejo Citroën se detuvo, Ashley se apeó aliviada. Demasiadas horas de viaje le habían entumecido los músculos y quería estirar las piernas. Sobre todo, quería darle una sorpresa a su padre, que no las esperaba, así aprovecharía para sorprenderlo.
Caminó unos pasos hacia la casa.
A pesar de llevar diez años sin volver a aquel lugar, seguía teniendo un tenue recuerdo de cómo era, y comprobó enseguida que la casa no había cambiado demasiado. Seguía donde había estado siempre: en la orilla del lago. La casa era grande, de dos pisos, y a pesar de estar construida a base de gruesos tablones de madera, no era desagradable a la vista. Mostraba un acabado robusto y muy estable. Tenía un pequeño porche exterior. Era como una casita rústica en medio de aquel bosque, poblado de árboles tan altos que uno casi perdía la vista mirándolos.
A la izquierda del pintoresco paisaje, se alzaba el granero pintado de rojo, y que años atrás había construido su padre. La puerta de éste se encontraba abierta, quizá había alguien dentro. Ashley pensó que sería Peter, su padre, pero se equivocó.
Una figura desconocida emergió del granero y se detuvo para examinarlas. Era un viejo que llevaba puesto un mono de trabajo gris y estaba limpiándose las manos con un trapo. Su rostro estaba cubierto por una barba blanca, algo descuidada.
Ashley no reconoció la figura. El viejo se guardó el trapo en los grandes bolsillos del mono sin quitarles la vista de encima.
Detrás, su madre cerró la portezuela del coche y miró a su alrededor, inquieta, mientras cruzaba los brazos sobre su pecho.
─Buenas tardes, me llamo Sarah. Estoy buscando a Peter Bates, es mi marido.
─Hola ─saludó el viejo con una voz seca─, soy Frank.
La puerta de la casa se abrió y salió un hombre alto y de hombros anchos de unos treinta y pocos. Llevaba puesta una camisa de cuadros rojos y negros junto con unos pantalones de pana. La expresión era de indiferencia, pero Ashley no lo advirtió en ese momento.
─¡Papá! ─gritó Ashley, y comenzó a correr en dirección al porche de la casa.
─Hola ─se limitó a decir Peter.
El cabello negro de Ashley se contoneaba en el viento mientras subía apresuradamente las escaleras del porche, para dar un fuerte abrazo a su padre.
─¡Hemos venido para estar unas semanas contigo! ─informó Ashley─ ¿Qué te parece?
─Me parece muy bien... si es lo que queréis ─Peter lanzó una mirada a Sarah de circunstancia mientras añadía─: Creo que es una gran idea, Ashley ─dijo, a la vez que sonreía de una manera claramente forzada, aunque Ashley, tratando de saborear esos momentos, tampoco en esta ocasión lo vio.
En cambio, sí notó que el abrazo de su padre no era todo lo afectuoso que hubiera esperado. No obstante, ella se sentía contenta en este momento. Su padre les había recibido bien y podrían estar unas semanas juntos. No veía a su padre desde hacía seis meses y se encontraba con las emociones exaltadas. Era reconfortante volver a estar entre sus brazos de nuevo.
Sarah Bates, comenzó a caminar hacia la casa mirando al cielo, advirtiendo que éste estaba gris. Tuvo la impresión de que habría tormenta.
─¿Cómo estás, Sarah? ─preguntó Peter, serio─ Parece que tienes buen aspecto.
Sarah era una mujer que a sus treinta y siete años aún conservaba algo de su atractivo. Su cabello rubio seguía otorgándole un generoso brillo a su blanco rostro. Sin embargo, habían comenzado a endurecerse las facciones alrededor de los ojos y la boca. Unas ojeras hinchadas no lograban disimular el insomnio, a pesar del maquillaje.
─Bien, gracias ─dijo ella─, tú también tienes buen aspecto.
El viejo se acercó un poco hacia ellos.
─Frank ─dijo Peter─, te presentó a mi mujer, Sarah.
─Sí, nos hemos visto hace un momento. Mucho gusto, señora.
─Frank me ayuda un poco con la casa ─explicó, entonces forzó una sonrisa mirando a su hija─. Pero seguro que aún no conoces a mi chica grande. Aquí tienes a Ashley Bates ─su voz sonaba somnolienta, monótona.
─Hola, Ashley, ¿qué tal estás? ─saludó el viejo.
─Bien.
Ashley se abrazó a su padre apoyando la cabeza en el pecho.
─Estoy casi segura de que todavía no tienes lista mi habitación ─dijo, mirándolo a los ojos con expresión simpática. Y vio que los ojos de su padre parecían lejanos. ¿No se alegra de verme?, pensó Ashley.
─¿Cómo iba a saber que vendríais? ─preguntó Peter, manoseándole su cabello con la mano.
Cuando Ashley notó la mano de su padre, percibió que algo había cambiado. Siempre había experimentado la sensación de protección y de seguridad que desempeñaba un padre. Ahora era forzado, tratando de desarrollar un papel como un mal actor. A pesar de ello trató de ser ella misma, como siempre hacía con su padre.
─Oh, qué torpe y despistado eres papá ─le dijo Ashley sonriendo. Se apartó de él un poco a la vez que le lanzaba un golpecito en el hombro con el puño cerrado.
Ashley, de pequeña asimiló el hobby de su padre, el boxeo. Y en cientos de ocasiones se había repetido la misma escena: ella propinándole un Jab en el hombro de Peter, a lo que él respondía con una rápida sucesión de golpes inofensivos.
─Ahora no, Ashley ─gruñó Peter, sin inmutarse ante el golpe de su hija─. Ve a ayudar a tu madre con el equipaje.
Ashley se quedó confundida. De niña, ella y su padre siempre se habían divertido con esas parodias de boxeadores. ¿Qué le ocurría? Ashley fijó la mirada en su madre y notó que ella también advirtió el tenso recibimiento.
─No te molestes ─dijo Sarah, encaminándose al coche─, puedo yo sola.
Peter se dio la vuelta y cruzó el umbral.
─Vamos a entrar en la casa. Parece que viene tormenta.
La madre regresó con una maleta grande en la mano y mientras subía los escalones del porche vio que Ashley ya subía por las escaleras hasta la planta superior.
Tras ellos quedaba un paisaje gris y un cielo cubierto por un manto oscuro. Se acercaba la tormenta...
Gracias amiga!!! Se agradece ala ayuda.!!!
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